Aquesta setmana Eugenio Asensio ens parla de: “Mientras llega Sant Jordi”

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Es grato hablar de libros. Poco se habla ya en los cafés, como antaño. Sin embargo, estoy convencido de que cualquier lunes, ya no se hablará de fútbol, se hablará de libros. Un señor, mientras pide una cerveza en un bar, escuchará cómo el camarero le preguntará qué le parece el monólogo interior en la obra de James Joyce; o en la pescadería, mientras nos descabezan las sardinas, el pescadero nos comentará la estructura circular del poema que escribió ayer y que no le ha dejado dormir. El día menos pensado, cualquier taxista dubitará entre entender a don Miguel de Unamuno como literato o como filósofo, justo después de preguntarse por qué la RAE no recoge el verbo dubitar. También veremos que el Día del Libro, festividad de Sant Jordi, los políticos cederán a la literatura los espacios que le arrebataron en las mesas, pues dudo que lo cedan a la fiesta en sí. Comprenderán que sus libros deberían venderse en las campañas electorales, en los mítines o en las miles de horas que les pagamos en la televisión. Sé que algún día, quienes escriban sobre deportistas o deportistas que escriban sobre sí mismos, me consta que se ha dado el caso, comprenderán que se pueden vender sus libros en los eventos deportivos y no precisamente el 23 de abril. ¿Habrá que recordar que ese día se nos murió Miguel de Cervantes y no un saltador de pértiga? ¿Existe un campeonato del mundo de poesía? ¿Se juega la Champions de novela, de cuento, de teatro, de poesía o de ensayo?
Tal vez este año, los medios no se limiten a mostrarnos exclusivamente a los autores televisivos, ni a caer en el tópico de «las ciudades se llenaron de rosas y de libros»: algo más se puede hacer por la literatura.
 

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